Nuestro país ha sido construido sobre la riqueza de la diversidad donde olas de inmigrantes siempre lo han mantenido joven.
Inmigrantes que, por necesidad buscaron un nuevo horizonte, trajeron consigo el sonido de nuevos idiomas, de diferentes culturas y costumbres. Desembarcaron en estas tierras y, deseando conservar su originalidad, se integraron a la inmensidad de esta nación y a la riqueza de sus habitantes.
Este país fue construido en medio de retos y dolores, pero siempre con la frente en alto, buscando un futuro mejor.
Ese futuro mejor siempre ha sido el “sueño” de cada inmigrante quien con dolor y lágrimas en los ojos, se desprendió de su tierra y de los suyos para buscar ese sueño, no pensando solo en sí mismo sino también en los demás. Ese sueño incentivó a muchas olas de inmigrantes a realizar travesías por mar y tierra. Ese sueño fue también la motivación y la fuerza que ha movido a este gran país a ser lo que es hoy, donde las olas de inmigrantes se convirtieron en la energía de la nación. Energía porque la riqueza y la grandeza de esta nación se deben a la entrega generosa de tantos inmigrantes, de culturas muy diversas, que se han sacrificado y han dado todo lo que son para hacer realidad ese sueño. Así, aquellos soñadores hicieron, con el sudor de su frente, de esta nación lo que es: fruto de la generosidad en la convivencia. Nos sentimos parte y estamos orgullosos de este país.
Cada uno tiene su propia historia. Este país nos ha recibido y nos da la oportunidad de compartir esa historia. Nos permite también cada día poner nuestro granito de arena para hacer realidad el sueño de “algo mejor.”
¡Celebremos nuestra herencia! ¡Celebremos nuestra diversidad! ¡Sintámonos orgullosos de nuestras individualidades! ... y al unísono, alegrémonos con las costumbres y creencias, que, bajo un solo cielo – el de los Estados Unidos de América – nos hacen parte de esta gran nación que en Dios pone sus esperanzas.